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Hipertensión arterial: asesino silencioso
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Hipertensión arterial: asesino silencioso

Como cada 17 de mayo, y por iniciativa de la OMS secundada por numerosas sociedades y organizaciones científicas y gubernamentales, se celebra a nivel mundial el Día de la Hipertensión Arterial (HTA) con la finalidad de concienciar a la población y las administraciones sobre la importancia de prevenir y/o controlar este trastorno, responsable de innumerables muertes en todo el mundo.

 

¿Qué es la Hipertensión Arterial?

La HTA no puede considerarse estrictamente una enfermedad, por cuanto no implica un cambio cualitativo en la biología humana; se trata simplemente del cambio cuantitativo de unos parámetros que, por acuerdo científico, han sido concretados en unas cifras determinadas e incluso modificadas en las últimas décadas. En base a este acuerdo se define como HTA los valores iguales a superiores a 140 mmHg de tensión arterial sistólica (tensión máxima o ‘alta’) y/o 90 mmHg de tensión arterial diastólica (tensión mínima o ‘baja’) en individuos mayores de 18 años, independientemente de la edad o el género. 

La tensión arterial es la fuerza (presión) con la que las paredes de las arterias contienen a la sangre que circula en su interior. Durante el vaciamiento cardiaco (sístole), el volumen de sangre expulsado al interior de las arterias tienden a distenderlas y la resistencia de las paredes de estas conlleva un aumento de la presión (presión ‘alta’ o sistólica), mientras que cuando el corazón se llena con la sangre que retorna (diástole) la presión de las paredes arteriales sobre su contenido se reduce (presión ‘baja’, mínima o diastólica). La tensión arterial no es un valor fijo y, como casi todos los parámetros biológicos, oscila ampliamente según ciclos diarios y estacionales. En general, es mayor a primera hora de la mañana y oscila durante el día en razón de estado emocional, actividad física, etc. La OMS ha definido los diferentes valores de tensión arterial para la población adulta como se expresan en la Tabla 1

La HTA así definida afecta aproximadamente al 35% de la población española y si hemos dicho que, en sí misma, no es una enfermedad, su importancia viene dada por a) ser una de los principales factores de riesgo para la aparición de las enfermedades cardiovasculares que, a su vez, constituyen la primera causa de mortalidad en adultos (33% de la mortalidad total), relacionándose especialmente con el ictus (accidente cerebrovascular) y la insuficiencia cardiaca (la enfermedad vascular que más aumenta); b) por ser habitualmente asintomática: efectivamente, la HTA no produce molestias o síntomas específicos durante años y sólo cuando está muy elevada puede acompañarse de dolor cerviconucal de predominio matinal o hemorragia nasal, y el resto de los síntomas que puedan aparecer son indicativos no de la HTA sino del daño producido en los diferentes órganos (ictus, insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal, etc.), por lo tanto es un asesinato lento, progresivo, silencioso y traidor; c) es probablemente el trastorno de diagnóstico más fácil y lo puede (incluso lo debe) realizar el propio individuo: basta con tomarse la tensión de forma periódica, teniendo en cuenta que los valores definitorios varían según las circunstancias en las que se realiza la determinación, como se expresa en la Tabla 2.

La HTA no tiene en más del 90 % de los casos una causa conocida: es lo que denominamos HTA primaria o esencial; el 5-10% restante tiene una causa concreta (renal, vascular, endocrina) y se denomina HTA secundaria. Se trata de un trastorno multifactorial en cuya aparición interviene la predisposición familiar (la auténticamente hereditaria es muy rara), los hábitos de vida, especialmente el consumo de sal, la ingesta inapropiada de grasas saturadas y trans, la obesidad, el sedentarismo, el estrés mantenido y no controlado, el consumo exagerado de alcohol y la propia edad. La TA aumenta con la edad porque las paredes arteriales pierden su elasticidad y amortiguan peor la distensión inducida por el vaciamiento del corazón, lo que se traduce en la frecuente HTA sistólica del anciano, de difícil control.

Cómo prevenir su aparición

Para prevenir y/o controlar la tensión arterial es fundamental un estilo de vida saludable, como para la prevención de los demás factores de riesgo vascular: dieta prudente de tipo mediterráneo, limitar el consumo de sal a un máximo de 5g diarios (¡quitar el salero de la mesa!), actividad física regular, mantener el peso adecuado, consumo moderado de alcohol o no consumo, abandono del tabaco, control del estrés. Realmente son las mismas medidas que permiten prevenir la mayoría de las enfermedades crónicas no transmisibles: cardiovasculares, cánceres, degenerativas. Cuando estas medidas sean insuficientes hay que consultar al médico, quien dispone de un muy amplio arsenal terapéutico para el buen control tensional, lo que no implica el abandono del estilo de vida saludable que, además, mejora la respuesta al tratamiento.

Lamentablemente, pese al fácil diagnóstico, a las conocidas medidas de prevención y control y a la amplia disponibilidad de fármacos, aún sigue siendo válida, con modificaciones, la “regla de las mitades” emitida por Wiggers en 1952, que hoy denominamos de los ‘tercios’: Un tercio de la población hipertensa ignora que lo es, un tercio de los diagnosticados no están tratados y un tercio de los tratados no están controlados”. El resultado es que sólo una minoría de los hipertensos está realmente en el objetivo terapéutico, lo que debe abochornarnos a profesionales, administraciones  sanitarias e incluso a la propia población que en la actualidad dispone o puede disponer con facilidad de la información necesaria sobre el tema. Es imprescindible una alianza entre todos para descubrir cuanto antes a este asesino silencioso, evitarlo y controlarlo para que no sea necesario dedicar cada año un día para recordar la importancia de la Hipertensión Arterial.

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