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La disfagia en pacientes neurológicos y ancianos
Especialistas en Endocrinología y Nutrición de Hospitales San Roque explican los riesgos de no poder tragar con normalidad y su adecuado tratamiento

La disfagia en pacientes neurológicos y ancianos

Una enfermedad neurológica o cerebrovascular puede alterar la capacidad de deglutir alimentos sólidos y líquidos. Por eso suele ser muy común que los pacientes que han sufrido un ictus presenten algún grado de disfagia, al igual que muchos pacientes ancianos. 

Las especialistas en Endocrinología y Nutrición de Hospitales San Roque, las doctoras Claudia Arnás y Ana María Sánchez, advierten de que es “necesario identificar a la población de riesgo para detectar la disfagia cuanto antes y poder tomar medidas adaptando la dieta y realizando un seguimiento”. 

Los problemas asociados a la disfagia, explican las especialistas, son la desnutrición, lo cual puede contribuir a retrasar la recuperación del enfermo; la deshidratación y la neumonía aspirativa. 

El primer paso, explican las doctoras, es hacer un estudio de deglución volumen-viscosidad o test de disfagia. Esta prueba permite evaluar “qué consistencia y qué volúmenes son seguros para ese paciente” e individualizar el tratamiento adaptándolo a cada enfermo, de forma que pueda continuar una dieta oral adaptada a sus necesidades. 

El objetivo, añaden las especialistas, no solo es evitar la desnutrición y deshidratación del paciente sino las broncoaspiraciones y la neumonía por aspiración, la cual se produce cuando se aspira alimento, saliva o líquidos hacia los pulmones en lugar de hacia el esófago, infectando las vías respiratorias.

 En este sentido, apuntan las expertas, “los ancianos y los pacientes con enfermedades neuromusculares son los pacientes más frágiles” y sobre los que hay que tomar medidas preventivas y de identificación lo antes posible. 

 Detectada la disfagia, “el primer paso es adaptar la dieta y los líquidos al volumen y la textura adecuada a cada paciente”, explican las doctoras, utilizando espesantes y evitando alimentos con alto riesgo de atragantamiento como aquellos de dobles texturas, muy secos, pegajosos o con hebras.

 El problema, apuntan, es que “aunque se adapte la dieta en muchas ocasiones estos pacientes comen menos cantidad de comida”, entre otras causas porque, pueden cansarse antes. Por eso, apuntan, se recurre a técnicas de enriquecimiento dietético, esto es, “se busca la mayor cantidad de calorías en la mínima cantidad de comida”. Y si esto no da resultado porque no cubre “todas las necesidades del paciente se recurre a los suplementos orales nutricionales”. 

En el caso de que no se pueda adaptar la comida o se detecte una alteración de la seguridad con todas las texturas se prescribe una sonda nasogástrica o una gastrostomía, para asegurar el aporte nutricional necesario y evitar la desnutrición.

En los pacientes que han sufrido un ictus la disfagia suele ser transitoria. No ocurre así con los pacientes ancianos. Con ellos hay que tener especial atención por si tosen al comer o se atragantan con la comida. 

 

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