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Linfoma

El linfoma se caracteriza por la proliferación maligna de linfocitos que constituyen las células defensivas del sistema inmunitario. El tejido linfoide se encuentra fundamentalmente en los ganglios linfáticos, por lo que los linfomas se caracterizan, generalmente, por la presencia de ganglios linfáticos de tamaño aumentado.

Sin embargo, también hay células linfoides en otros muchos órganos, por lo que los linfomas pueden afectar al tubo digestivo, al bazo, al hígado, al pulmón, a la médula ósea, etc.

La incidencia de esta patología es elevada, ya que cada año se diagnostican en España 5.000 nuevos casos en adultos mayores de 40 años.

Tradicionalmente, los linfomas se clasifican en dos grandes grupos, basándose en la naturaleza de la célula linfoide proliferante:

- La enfermedad de Hodgkin, representa el 15-20% de los casos.

- Los linfomas no hodgkinianos (LNH), con más de 30 variantes dependiendo del tipo de célula linfoide implicada. Dentro de estos, encontramos dos grandes grupos:

o Linfomas linfoblásticos, originados en células linfoides inmaduras procedentes de los compartimentos centrales (médula ósea o timo).

o Linfomas de células periféricas , en los que proliferan células linfoides efectoras localizadas habitualmente en los compartimentos periféricos.

Hay que decir que no todo aumento de ganglio tiene su origen en un linfoma. Existen diversas infecciones y otras enfermedades que provocan un aumento de ganglios linfáticos. Por ello, es importante acudir al especialista que, en caso de duda, realizará una biopsia.

En ocasiones, los ganglios afectados están muy internos (abdomen, mediastino...) y pueden pasar desapercibidos, por lo que el diagnóstico es más difícil y sólo se consigue cuando aparecen otros síntomas (fiebre, sudoración nocturna, cansancio, pérdida importante de peso, prurito...), que obligan a realizar estudios más exhaustivos.