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Ictus, una epidemia evitable
En España cada seis minutos se produce un ictus. Es la primera causa de mortalidad en mujeres y la segunda en varones, según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN).

Ictus, una epidemia evitable

En España cada seis minutos se produce un ictus. Es la primera causa de mortalidad en mujeres y la segunda en varones, según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN). Anualmente supone 40.000 fallecimientos y 120.000 casos nuevos.

El ictus es una enfermedad cerebrovascular que se produce por la disminución u obstrucción del flujo sanguíneo: como la sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria, las células nerviosas no reciben oxígeno, paralizando su actividad. También se le conoce como Accidente Cerebro Vascular (ACV), embolia o trombosis, es más frecuente a partir de los 55 años y el riesgo de padecer uno aumenta con la edad.

Además de la edad, otras causas de riesgo son la hipertensión arterial, las arritmias cardiacas u otras enfermedades del corazón, la diabetes mellitus, la dislipemia (presencia de altos niveles de colesterol, triglicéridos o ambos), la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.

Hay cinco síntomas característicos del ictus que afectan a varias partes del cuerpo: dolor de cabeza súbito, visión doble, alteración repentina del habla, pérdida de sensibilidad en la cara y de fuerza en el brazo y pierna de un lado del cuerpo que pueden ir acompañados de sensación de vértigo. La identificación inmediata de los síntomas es crucial en la posterior evolución del enfermo: está constatado que los pacientes tratados desde el primer momento por neurólogos logran una recuperación prácticamente total o con muy pocas secuelas, por lo que acudir a urgencias ante un cuadro como el descrito es sumamente importante.


De no tratarse a tiempo, el paciente presentará discapacidades que se manifiestan como parálisis, dificultades para mantener el equilibrio, trastornos del habla y déficits cognitivos, llegando a un 40% los enfermos que no pueden valerse por sí mismos. Además, las personas que sufren un ictus tienen un alto riesgo de sufrir otro en los tres meses siguientes.

Prevención, atención urgente y especializada

La buena noticia es que la mayor parte de los casos de infarto cerebral, hasta el 80%, puede evitarse si se controlan los factores de riesgo adoptando hábitos de vida saludable. Además, en la actualidad existen tratamientos farmacológicos eficaces, tanto en prevención primaria como secundaria, que reducen las cifras de colesterol y aumentan la circulación cerebral, así como la capacidad neuroprotectora. Otras terapias eficaces son los anticoagulantes, recomendados para el control de la fibrilación auricular en pacientes mayores de 75 años o con varios factores de riesgo.

Sin embargo, la clave en el control del ictus es la atención inmediata y especializada: se calcula que un tercio de pacientes de ictus o infarto cerebral salva su vida o se libra de padecer graves discapacidades si es atendido rápidamente;  del mismo modo, evitará el riesgo de desarrollar más lesiones neurológicas si recibe un tratamiento adecuado.

Igualmente, el seguimiento por el especialista es vital: diversos estudios han revelado que menos de un tercio de los pacientes que sufren un ictus tienen los factores de riesgo controlados a pesar de recibir tratamiento; y que entre el 40 y el 50% de los enfermos abandona el tratamiento después de dos o tres años de haber sufrido el infarto cerebral, lo que favorece la aparición de un segundo evento cuya repercusión será peor que la del primero.

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