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Artroscopia

La artroscopia es un método quirúrgico mínimamente invasivo gracias al cual es posible revisar el interior de una articulación sin necesidad de realizar incisiones, permitiendo al especialista evaluar las lesiones y daños de una manera ágil y eficaz. Los pacientes que se someten a la artroscopia no suelen sufrir complicaciones y su recuperación es muy rápida. En comparación con una cirugía tradicional, el riesgo de infección se reduce en un 50%.

Para llevar a cabo la artroscopia, el facultativo hace uso de cámaras de vídeo especialmente diseñadas para el entorno médico, con un tamaño reducido que va de los 1,9 a los 4 milímetros. El instrumental también se compone de pinzas, tijeras, etc, los cuales pueden introducirse en las articulaciones sin producir daños.

La anestesia empleada para realizar esta intervención puede ser regional, general o local, dependiendo de las necesidades y preferencias del propio paciente, así como de las recomendaciones dadas por el anestesista. El alta hospitalaria suele darse el mismo día de la intervención o el día siguiente. Para tener una recuperación eficaz, el paciente deberá llevar un vendaje de compresión durante unos días, y deberá realizar los ejercicios indicados por el médico para recuperar la movilidad y disminuir el dolor y la inflamación.

La artroscopia está especialmente indicada para lesiones de ligamento, menisco, del cartílago artigular, para casos de sinovitis crónica, rigidez de la articulación, fracturas, bursitis y cuerpos libres intraarticulares.