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Cirugía del Parkinson
Algunos pacientes afectados por la enfermedad de Parkinson no consiguen aliviar los síntomas que la patología produce con un tratamiento farmacológico convencional. En estas situaciones, la cirugía puede ser una solución viable que les permita recuperar su calidad de vida.
Esta intervención consiste en la estimulación por alta frecuencia del núcleo subtalámico del cerebro. Para ello, se colocan unos electrodos que transmiten impulsos eléctricos y que permiten inhibir la pequeña zona que muestra síntomas de hiperactividad y que es la que causa el Parkinson.
En primer lugar, el paciente debe realizarse una resonancia magnética que permita a los facultativos delimitar cuál es el área exacta en la que deben colocarse los electrodos que estimularán el núcleo subtalámico. En el momento de entrar a quirófano, los cirujanos practican una pequeña incisión en el cuero cabelludo y realizan una estereotaxia (una apertura de aproximadamente 1 centímetro en el cráneo). Siguiendo las coordenadas obtenidas en la resonancia magnética, los especialistas colocan el estimulador eléctrico en la zona exacta. Esta intervención se realiza bajo anestesia local. De esta forma, el paciente puede colaborar con el equipo médico durante todo el proceso, indicando los efectos de la estimulación.
La segunda fase de la cirugía consiste en la colocación de los cables de conexión y del marcapasos encargado de realizar la estimulación eléctrica. Este procedimiento tiene lugar varios días después de la primera intervención, y en esta ocasión sí se utiliza anestesia general.
A pesar de que la cirugía tiene unos claros beneficios, el Parkinson es una patología para la cual todavía no existe cura. Los pacientes que se someten a este tratamiento mejoran considerablemente y retrasan los efectos de la dolencia: pueden moverse con mayor soltura y remiten la rigidez y los temblores propios de la enfermedad.