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Toxina botulínica

Cuando un paciente tiene muestras de una hiperactividad muscular o presenta un diagnóstico de tortícolis, distonías o espasticidad tras un ictus, el tratamiento de toxina botulínica puede convertirse en la mejor solución. Esta es una neurotoxina elaborada por la bacteria Clostridium botulinum, la cual produce una enfermedad conocida como botulismo. Esta enfermedad provoca, entre otros síntomas, parálisis muscular progresiva, así como sequedad de boca, vómitos y náuseas.

Gracias al desarrollo y la investigación médicas, en la actualidad es posible hacer un uso positivo de la toxina botulínica, aprovechándose para tratar enfermedades neurológicas que provocan hiperactividad muscular. Además, también se ha extendido su uso dentro del ámbito estético, en los tratamientos de botox.

Antes de administrarse, el especialista médico debe realizar un análisis para identificar cuál es la zona exacta en la que se produce el dolor o donde se encuentran los músculos hiperactivos. Una vez realizado este paso, se procede a inyectar la toxina. El tratamiento no tiene una dosis predeterminada cuando se usa para las distonías. Los beneficios suelen aparecer durante la primera semana y los efectos se prolongan durante un periodo de 2 a 4 meses.