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Transplante hepático

El trasplante hepático es un tratamiento que permite aumentar la esperanza de vida de los pacientes que padecen problemas de hígado englobados en cuatro grupos diferentes de enfermedades: insuficiencia hepática aguda grave, cirrosis hepática, tumores hepáticos y enfermedades metabólicas. Consiste en la extirpación de un hígado enfermo y en su sustitución por uno sano, proveniente generalmente de un donante fallecido, aunque también se puede trasplantar una parte del hígado de un familiar sano, gracias a la capacidad de regeneración de este órgano.

Se trata de un tratamiento que solo está recomendado cuando los pacientes enfermos presentan una corta esperanza de vida. Asimismo, está completamente desaconsejado cuando los síntomas no están relacionados con la enfermedad hepática, o cuando además se han diagnosticado otras enfermedades que no tienen tratamiento. Dada la complejidad para elegir candidato a este trasplante, serán los facultativos los que decidirán, atendiendo a las peculiaridades de cada caso, si se reúnen las condiciones necesarias para someterse a este tratamiento.

Antes de llevar a cabo el trasplante, el enfermo deberá pasar por un protocolo de evaluación, que incluye numerosas pruebas médicas como radiografías, tomografías, electrocardiogramas, ecografías abdominales, etc.

Gracias a los múltiples avances médicos, el trasplante se realiza en cuatro o cinco horas, y la recuperación suele ser relativamente rápida. Además, el desarrollo de los tratamientos inmunosupresores ha permitido que el índice de rechazo haya disminuido de manera importante en los últimos años.