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Transfusión de sangre

Las transfusiones de sangre son procedimientos necesarios y recurrentes en quirófano y en diversos procedimientos médicos. Consiste en el suministro de sangre propia o de otra persona con la finalidad de ayudar al organismo a recuperar su correcto funcionamiento, ya sea por haberse detectado una pérdida importante de la misma o por la necesidad de aportar sangre de mejor calidad.

Cualquier persona sana de entre 18 y 65 años de edad puede convertirse en un donante de sangre apto. Para ello, debe acudir a alguno de los puntos de extracción gestionados por las autoridades sanitarias competentes, quienes clasifican el tipo de sangre en función del grupo al que pertenecen y la distribuyen entre los centros hospitalarios.

La transfusión de sangre conlleva la posibilidad de sufrir efectos adversos, aunque esto es poco frecuente. Para minimizarlos todavía más, existe la opción de realizar una autotransfusión, un procedimiento por el que el mismo paciente hace las veces de donante y receptor. De esta forma se eliminan los riesgos de aloinmunización, de que surjan reacciones hemolíticas, alérgicas o febriles y se estimula la eritropoyesis por repetidas flebotomías. Las autotransfusiones pueden ser de diferente tipo, y dependerá de las circunstancias del paciente y de los fines para los que sea necesaria la transfusión sanguínea.